La exposición está muy bien y recomiendo su visita a todo al que le guste el arte crítico. La verdad es que me recordó lo bonito que es el cartelismo y me dieron ganas de ponerme a ello. Había propuestas variadas, dentro de la problemática social, política y económica española, y todas ellas se acogían al formato de la plantilla de plástico sobre la que se usa spray o se hace un estarcido.
En la pared de enfrente, pero en la misma línea, estaban los carteles de "Agitadores de conciencia", una exposición internacional que destacaba por su variedad de estilos y la impresión en color. Quizá porque eran diseñadores consagrados o porque estaba menos acostumbrada a ese tipo de mensajes, el caso es que me gustó más esta parte de la exposición que la nacional. Había tal variedad de temas que cada uno se fijaría en el que más le interesara; yo me quedo con estos dos carteles sobre la mujer y el cuerpo:
La estética del Matadero, que yo denomino "elegancia cutre", combinaba muy bien con el rollo moderno de protesta grafitera, y habían creado una suerte de escenografía con palés, cajas y cubos de basura. La exposición de las obras también era bastante original, estampadas sobre cartón o plástico, pegadas en las paredes o bien colgando en mitad del pasillo y formando una pared cogida con pinzas. En ese sentido, muy bien comisariada. Había cervecita y un dj en la inauguración, que fue este viernes 11, y el público era en su mayoría joven.
Me gustaría hacer un par de reflexiones que me suscitó la exposición. En primer lugar, el redescubrimiento del diseño. No tenía grandes expectativas antes de verla, sólo sabía que era "de diseño", y me esperaba una serie de cositas monas e inofensivas. Nada más lejos. La mayoría de los carteles contenían un mensaje demoledor y lo comunicaban de un modo inmediato y unívoco... y eso es un arte. Así que me comí mi orgullo de bella-artista y volví a respetar al diseño, que realmente es una disciplina más dentro del arte y lo complementa. En un cartel hay tanta estética como en un cuadro, al fin y al cabo todos manejamos las leyes de la percepción.
Otra cosa que me llamó la atención fue la reacción del público, que invariablemente se puso a hacer fotos con el móvil. Creo que eso puede ser un buen indicador del éxito de una exposición hoy en día. Si sacan fotos, es que les gusta tu obra.
Y no sé qué pensar de esto. Yo también sentí el impulso voyeurista nada más poner el pie allí, pero me contuve porque supe que terminaría fotografiando la exposición entera. Preferí ver los carteles con mis propios ojos en vez de con el de la cámara. Una reflexión que surgió entre el grupo de "Nadeo" fue que los graffitis, para ser realmente reivindicativos, deberían estar en la calle y no en una sala de exposiciones. Y es que por muy alternativo que sea el Matadero de entre todos los cubos blancos, no puede compararse a la visibilidad y la veracidad que cobrarían estas pintadas en las paredes de ladrillo de las calles. Y este método expositivo sería más coherente con los carteles, que podrían perfectamente iluminar cualquier manifestación de indignados.
Pero, por mucho que los Estampadores de Conciencia abran la exposición con el eslogan "ADVERTENCIA! ESTA EXPOSICIÓN PUEDE HERIR LA SENSIBILIDAD DE ALGUNAS PERSONAS, SI ES QUE AÚN LA TIENEN..." están dentro del sistema, y al fin y al cabo terminan jugando a su juego. Los artistas se arriesgan a que sus obras terminen siendo meros objetos fotografiados, olvidados y almacenados en la galería de un smartphone.