El efecto mariposa es
una película construida en torno a la idea de que un pequeño cambio en la vida
de una persona puede transformar profundamente la totalidad de su futuro. El
protagonista, Evan, puede viajar al pasado y cambiar momentos cruciales de su
vida. Cuando vuelve al presente, nunca vuelve a la misma vida, siempre es una
persona distinta, y las consecuencias de su acción en el pasado se vuelven
incontrolables y catastróficas.
Nota: si no habéis visto la película y no queréis spoilearos demasiado, id directamente a la sección reflexiva titulada "Estrategias de la identidad".
El efecto mariposa (Eric Bress, J. Mackye Gruber, 2004)
Al principio de la historia, se nos muestra al protagonista
de joven, como un niño raro, que tiene pequeñas crisis de amnesia en momentos
de gran tensión. Su padre está internado en un psiquiátrico y su madre intenta
criarlo con normalidad a pesar de su extraña anomalía. Vemos cómo crece en un
ambiente más o menos hostil: en un barrio residencial de clase media, junto a
sus amigos, afrontando la violencia, las drogas, los abusos sexuales, etc.
Escribe en un diario los sucesos más importantes, especialmente aquellos en los
que pierde la memoria.
Cuando las compañías y los sucesos del barrio se tornan
demasiado retorcidos, se muda con su madre y cambia de vida, crece, estudia
Psicología en la universidad, comparte piso con un gótico y es un chico
atractivo, sensible y divertido; bastante normalito, si no tenemos en cuenta su
extraña enfermedad. En estos años, desde que se mudó, no ha vuelto a tener
crisis de amnesia. Su curiosidad por saber quién es y qué le ocurre le empuja a
reencontrarse con una de sus amigas de la infancia, la chica que le gustaba, llamada
Kayleigh. Le perdió la pista cuando se mudó de casa y ella ahora trabaja en una
cafetería al pie de la carretera. Evan intenta sonsacarle qué ocurrió en una de sus crisis, cuando el padre de la chica intentaba grabar con ellos una
película de pornografía infantil, pero sólo consigue que ella se enfade y se
niegue a contarle nada. Esa misma noche, la chica se suicida.
Evan revisa sus diarios y lee lo que escribió ese día
fatídico. Vemos cómo las letras empiezan a bailar sobre las líneas del cuaderno
y todo el escenario a su alrededor se vuelve borroso. Evan viaja al pasado, al
momento exacto en el que el padre los estaba grabando a él y a la chica. Pero
conserva su mentalidad de adulto, y detiene al padre amenazándole con el trauma
que supondrá para la niña y el mal futuro que les aguarda a todos.
De este modo, cambia el pasado, pero al volver, ya no existe
su vida anterior. Despierta en una habitación de ensueño, con un peinado
distinto, al lado de su amor de la infancia. Vemos pasar en una sucesión
borrosa los nuevos recuerdos de esa vida: cómo crecen juntos, cómo se gradúan,
cómo van a la universidad. Evan ya no es un tío normal, que comparte piso con
el gótico y tiene una prometedora carrera de psicólogo por delante; sino que ahora
es un pijo redomado, vive en una prestigiosa residencia de estudiantes, y no
aparece mucho por clase. Conserva su conciencia de la anterior vida, y mira
estupefacto a lo que ha llegado en ésta: su relación de varios años con la
chica, su ropa pija, su estatus social de “popular”. Más tarde, al volver de
una cena con Kayleigh, se encuentran al hermano de ésta, que acaba de salir de
la cárcel. Tommy, que de pequeño odiaba que Evan saliera con su hermana; en
esta vida es un delincuente y quiere vengarse. Descubrimos que la advertencia
que le hizo al padre cuando viajó al pasado, “deja en paz a tu hija y
disciplina a tu hijo”, ha convertido al hermano en un psicópata. El hermano se
abalanza sobre Evan y éste se defiende y lo tumba en el suelo. De pronto, le
llega un arrebato y mata al hermano a golpes.
Y así es como acaba en la cárcel. Evan está convencido de
que tiene que poder arreglarlo con otro viaje al pasado. Consigue que le envíen
sus diarios y vuelve al momento en el que el hermano, preso de celos, intentó
quemar al perro de Evan. En ese momento estaba con ellos su otro amigo, Lenny,
con el que siempre se metía Tommy. Evan le da un trozo de chatarra cortante a
Lenny para que rompa el saco en el que está metido el perro y se encaminan al
encuentro del hermano. Como hizo con el padre de éste, detiene la barbaridad
advirtiéndole sobre el mal futuro que le espera. Lo que Evan no espera es que Lenny
utilice la chatarra para matar al hermano. Y así termina el flashback.
Vuelta al futuro, vemos que Evan se ha mudado igualmente con
la madre y comparte piso con el gótico. Hay sutiles diferencias, como que el
piso está colocado al revés, y otras más catastróficas: Lenny ha sido internado
en un psiquiátrico y Kayleigh es drogadicta y se dedica a la prostitución. Evan
busca consejo en su padre, y viaja al pasado al día que fue a visitarlo al
manicomio. Descubre que su padre tenía el mismo extraño poder de viajar al
pasado. Éste le advierte que está jugando a ser Dios y que terminará loco, como
él; y para que no empeore la vida de los demás, intenta asfixiarlo. De vuelta
al presente, Evan busca a Kayleigh. Le intenta explicar que puede viajar a los
“huecos” de su memoria y cambiar el futuro. Le promete que va a salvarla. Ella,
muy escéptica, lo reta a impedir que muera su hermano o que explote el buzón que
mató a la vecina.
Y Evan vuelve a viajar al pasado dispuesto a crear un futuro
que sea bueno para todos.
Esta vez viaja al momento en el que, auspiciados por Tommy,
pusieron un cartucho de dinamita en el buzón de la vecina. En el momento en el
que va a estallar, la vecina sale de casa con su bebé y pasa al lado del buzón.
Evan corre hacia ellos diciéndoles que se aparten, y Tommy empuja a la señora y
la salva. La dinamita estalla y Evan pierde el conocimiento.
Despierta en una nueva vida totalmente distinta. A causa del
accidente, ha perdido los brazos y la movilidad en las piernas; Tommy se ha
metido a una hermandad religiosa de la universidad y ahora es un santo, y Kayleigh
está saliendo con Lenny. Todos son felices, menos Evan. Y, por si fuera poco, su
madre está enferma del pulmón y a punto de morir. Esta es la peor vida que le
podía tocar. Intenta recuperar a la chica, pero ella está enamorada del amigo
gordo: las cosas han resultado así. Ewan intenta suicidarse. Por suerte no lo
consigue, y vuelve al pasado una vez más.
De nuevo, al momento en el que el padre de Kayleigh
intentaba grabar una película pornográfica. Evan enciende el cartucho de
dinamita, que tenía el padre en el sótano, y lo amenaza para que les deje en
paz. Pero el padre se lo tira y lo recoge Kayleigh, justo cuando va a estallar.
Evan despierta en la celda de un psiquiátrico. Efectivamente,
han terminado tomándolo por loco. Los psicólogos conocen sus historias de
viajes al pasado y le dicen que todo son invenciones suyas para superar la
muerte de Kayleigh, y que los diarios no existen. Parece que ha llegado a un
callejón sin salida. Evan intenta un último viaje al pasado a través de un
vídeo familiar de una fiesta de cumpleaños, el momento en el que conoció Kayleigh.
Se acerca a ella y la amenaza con matarla a ella y a su familia. Es el único
modo que tiene de salvarla: alejarla de su vida.
Vuelve al presente y está compartiendo piso con Lenny. Los
dos son brillantes estudiantes y les va bastante bien. Y nadie sabe nada de
Kayleigh. Con su amigo Lenny, Evan quema los diarios, para impedir que se rompa
el frágil equilibrio que ha conseguido alcanzar. La última escena de la
película nos muestra a un Evan maduro, con pinta de eminente psicólogo,
caminando por la calle y cruzándose de pronto con Kayleigh, a la que parece que
también le ha ido bien en la vida. Evan la reconoce, pero pasa de largo, e
intuimos que está pensando que, de todas las vidas posibles que podía haber
tenido, ésta es la mejor para todos.
Estrategias de la identidad
Las películas de viajes en el tiempo suelen estar llenas de
paradojas y guiños. Evan no puede predecir todas las consecuencias que tendrán
sus decisiones sobre la vida de él y de los que le rodean. Y termina por
volverse loco. Los guionistas de la película juegan con la vida de los
personajes como si de muñecos en un tablero se tratara. Determinados hechos del
pasado hacen que vayan de aquí para allá y sean más o menos felices en su vida.
Lo que me interesa destacar de esta película sobre viajes en
el tiempo es la escala milimétrica a la que se construye la identidad de Evan
en cada una de sus vidas posibles. Desde el aspecto físico hasta el
psicológico, vemos las posibilidades de desarrollo del niño. En la primera
vida, como he dicho antes, es un chico bastante normalito, buena persona, un
poco rarito, y que quiere descubrir quién es. El público se identifica
fácilmente con él y se engancha a la trama para el resto de la película.
En la segunda vida, es un pijo, trata con superioridad a los
que considera débiles, y, anecdóticamente, es menos habilidoso en el amor (su
novia le pregunta, después del sexo: “¿dónde has aprendido esos trucos?”). En
un momento dado, se espera de él que participe en las novatadas que se hacen a
los nuevos. Evan se encuentra delante de una fila de novatos a los que se
supone que tiene que humillar; sin saber cómo, y de pronto le da un arrebato y
se pone a hablarles en plan autoritario, de un modo que el viejo Evan habría
sido incapaz. Su nuevo yo se ha apoderado de él en el momento. Es el mismo que
le hace matar al hermano, a Tommy, cuando éste los ataca.
La cuarta vida es para él muy similar a la primera, mismo
aspecto, mismo compañero de piso gótico; lo que más impresiona es el cambio que
da Kayleigh, que de la dulce niña, la guapa animadora y la camarera triste,
pasa a prostituta drogadicta con una cicatriz en la mejilla.
En la tercera vida Evan pasa de lo más alto a lo más bajo. Su
aspecto es ahora más desaliñado, más torpe al hablar, va en silla de ruedas y
tiene la autoestima por los suelos. Por su estatus de inválido, es
menospreciado por sus compañeros de universidad y su amada Kayleigh, que está
saliendo con su mejor amigo, lo ve como una persona dependiente, un
discapacitado, no apto para el amor. Además, del disgusto, le ha provocado una
enfermedad crónica a su madre. La pérdida del amor, la pérdida de poder y la
culpa le llevan al intento de suicidio.
Nuestra última visión de Evan es de un interno en un
psiquiátrico. Lo vemos comportarse con agresividad y paranoia, ahora lleva el
pelo más largo y asalvajado y tiene un auténtico aspecto de demente.
En la sucesión de sus vidas posibles, vemos como Ewan
evoluciona hacia un ser nietzscheano. En cierto
modo, juega a ser Dios con su destino y con el de los que le rodean, está por
encima del Bien y del Mal, y no le importa amenazar, extorsionar, o atacar a
los demás con tal de conseguir sus fines. Nos choca, sobre todo, verle actuar
con la violencia de un adulto en su cuerpo de niño, cuando viaja al pasado.
Aunque sus motivaciones no dejan de ser honestas: que él y que sus seres
queridos tengan la mejor vida posible. Pero no hay ninguna vida que sea
perfecta. Parece que el destino fuera una balanza que se equilibra
inevitablemente: cuando él consigue a la chica que quiere, el hermano termina
mal; cuando evita que el hermano mate al perro, el hermano muere, la chica termina
de prostituta y el amigo, internado en un psiquiátrico. Cuando consigue que a
todos les vaya estupendamente bien, le toca quedarse sin brazos y sin piernas,
confinado a una vida de dependencia. Parece que, al final, el precio que tiene
que pagar por que todos estén lo mejor posible es renunciar a la mujer de su
vida.
Esta retahíla de imágenes es con lo que me quedo de esta película. Lo que más me gustó fue la variedad de identidades que se iban creando sobre la misma base de personaje en función de los cambios de guión. Es un trabajo duro y complejo, construir a un personaje, su imagen y su autoimagen, sus gustos, su modo de andar y gesticular, su modo de querer. Para construir cada una de estas identidades, los guionistas han tenido que tener en cuenta el contexto en el que vive y las relaciones personales que mantiene. Todos estos factores condicionan enormemente nuestra identidad, que no es un bloque sólido, sino más bien algo líquido.
Cuando me pongo a reflexionar sobre mi propia biografía y pienso en la cantidad de decisiones y casualidades que me han llevado hasta donde estoy ahora, me doy cuenta de lo frágil que es todo. Y a veces veo a gente que se me parece por la calle y no puedo evitar imaginarme si acaso serán otras versiones de mí que han tomado distintas decisiones ante las cuestiones y retos que se me han planteado en la vida. Pero esta divagación me llevaría muy lejos, y tendré que dejarla para otra entrada que bien podría titularse "Las vidas posibles de Sonia Palacín Blasco".