01 junio 2014

De madres a hijas

Quizá sea verdad que estoy obsesionada con mi madre.

Después de 18 años viviendo bajo el mismo techo, ahora que he salido de casa, me sorprendo hablando como ella, usando la misma talla de ropa y tratando a mis mejores amigos con tanta dureza como la que ella gasta con mi padre. La sorprendo detrás de mis paranoias y mis temores más íntimos. Y, aunque en la vida diaria consiga llevarle la contraria y decirle que se guarde sus opiniones donde le quepan; parece que llevara sus sentencias grabadas a fuego en el alma.

Dadas estas circunstancias, es natural que proyecte mi relación con mi madre en mis amigos, y que me interese por sus encuentros y desencuentros, sus parecidos y sus traumas. De algún modo, actúan como espejo para mí.

Recuerdo una anécdota de la película "Her", cuando Theodore está configurando su nuevo sistema operativo, eso es, eligiendo la personalidad de la I.A. -de la que luego se va a enamorar- que más se ajusta a sus necesidades, y el programa le pregunta cuál es su relación con su madre.

Todo el público se acordó de Freud en ese momento. La teoría sexual del fundador del psicoanálisis es archiconocida, pero la resumiré brevemente por si queda algún despistado. Para Freud, el niño tiene desde pequeño instinto sexual, aunque no está organizado en torno a un objeto de deseo y los órganos genitales. En la fase oral, asocia el placer a la lactancia, después está la fase sádico-anal (que tiene que ver con la violencia y el uso del orinal) y finalmente la fase fálica, en la que se supone que el niño siente atracción por la madre y rivalidad con el padre. Esto sucede antes de la amnesia infantil. El niño debe aceptar su posición, desistir de sus deseos sexuales y su rebeldía contra el padre para acabar identificándose con él. Esto se considera el desarrollo normal, en caso contrario se produce el complejo de Edipo. Las niñas, según añadía, tenían que cambiar el objeto erótico maternal de la fase oral por el paterno que les corresponde para la fase fálica, y las que permanecían en este estado tenían el complejo de Electra. A mí eso nunca me quedó muy claro (también hablaba de un complejo de Edipo negativo y relacionaba la inversión del objeto erótico con la bisexualidad femenina); pero pienso que Freud era bastante machista en sus planteamientos.

Avanzando un poco más en la historia del psicoanálisis, me interesan las teorías sobre el proceso de individuación de Jung. En su teoría, dividía el inconsciente en cuatro personificaciones, las que voy a explicar a continuación son el ánimus y el ánima. El ánimus venía a ser la parte masculina de la psique de la mujer, y el ánima, la parte femenina de la del hombre. En mi opinión, ambos sexos tienen ambos espíritus; pero Jung planteaba así una confrontación entre los polos opuestos del Yo y su inconsciente. El ánimus, que era la parte masculina de la mujer, estaba caracterizado por la figura paterna. "el ánimus está básicamente influido por el padre de la mujer. El padre dota al ánimus de su hija con el matiz especial de convicciones indiscutibles, irrecusablemente “verdaderas”, convicciones que jamás incluyen la realidad personal de la propia mujer tal como es realmente." El dominio del ánimus se traduciría en un Superyó masculino, un juez imparcial que llenaría a la mujer de inseguridad y desesperanza o la obligaría a hacer sacrificios penosos y a negarse los propios deseos ("primero la obligación y luego la devoción"). Si bien el ánimus encierra la brutalidad, la disciplina y la frialdad; también presenta cualidades positivas, como son la organización, la aventura y la expresión artística. Para Jung, la mujer puede tener una mayor receptividad que el hombre para las nuevas ideas creadoras, pero debe recorrer un largo calvario para armonizar su ánimus y que éste le ayude a encontrar su destino.

En mi caso, es cierto que mi padre es bastante frío y que consigue todo lo que se propone -es un manitas-; pero es la relación con la madre la que me interesa, así que pasaré a comentar "El arte de amar", de Erich Fromm. Es éste un libro básico, muy lúcido y muy sencillo de leer, que trata del amor en todas sus vertientes -erótica pero también fraternal, paterno-filial y religiosa-. En primer lugar, precisa qué es el amor, y para ello aclara qué no es al hablar de la unión simbiótica. Fromm compara la relación entre el feto y la madre embarazada con aquellas relaciones en la que hay una fusión sin integridad, esto es, en la que uno domina y otro se deja someter, y ambos son incapaces de existir el uno sin el otro. Este amor simbiótico es su forma de afrontar la separatidad, o la soledad metafísica del hombre; pero no les permite vivir en libertad, puesto que no respetan su individualidad.
A continuación, Fromm caracteriza el amor maternal y el paternal. Dice que el amor maternal es incondicional, mientras que el amor paternal hay que ganárselo. El niño necesita el amor de la madre para tener seguridad en sí mismo; pero también necesita el amor del padre para superarse y para integrarse en la civilización. Aunque estas descripciones suenen una vez más a estereotipos, reconozco que no me comporto del mismo modo con mis profesores que con mis profesoras, y me avergüenza mucho más la desaprobación de ellos que la de ellas. Volviendo a la teoría de Fromm, la madurez del niño consistiría en elaborar una conciencia materna sobre su propia capacidad de amar y una paterna sobre su razón y su discernimiento. Ahora viene lo bueno: el fracaso de esta madurez constituye una de las causas básicas de la neurosis. Aquí Fromm enumera las enfermedades asociadas a madres controladoras y padres ausentes, o a madres indiferentes y padres autoritarios. A mi entender son éstas relaciones de amor simbiótico, razón por la cual no permiten al individuo desarrollarse tal cual es. En el primer caso, se da este tipo de relación con la madre, se es dependiente de ella e incluso se buscan cuidados y protección de segundas "madres" en las mujeres y hombres de poder. En el segundo caso, hay una orientación unilateral hacia el padre, y el individuo está tiranizado por su moral y es incapaz de amar incondicionalmente. Según Fromm, este tipo de apego es frecuente en las neurosis obsesivas, mientras que "otras, como la histeria, el alcoholismo, la incapacidad de autoafirmarse y de enfrentar la vida en forma realista,  las depresiones, son el resultado de una relación centrada en la madre”.  
Es curioso, dada lo "especial" que es mi relación con mi madre, que tres de mis mejores amigas de Madrid tengan padres divorciados y vivan con sus madres, y su relación sea un tira y afloja bastante especial. Me he dado cuenta de que el cariño que sentía por ellas y que las hacía ser mis mejores amigas, y no amigas a secas, tenía algo de esa relación, a veces protectora, a veces erótica, a veces dominante, a veces sumisa... algo especial.

Por supuesto que los padres hacen lo que consideran mejor para sus hijos. Pero necesito cuestionármelo para verlos de verdad como son, y verme a mí misma también. Y no entrar en crisis existencial cada vez que me veo haciendo de Mamá Gallina. Verme a mí misma como un barro que se puede moldear. No creo que pueda cambiar mi esencia, pero sí fortificarla, ponerle andamios y una buena estructura.



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