28 septiembre 2013

Pantalla táctil

   Primero salíamos a dar paseos juntos, luego nos pasamos a llamar por teléfono (entonces aún podía oír tu voz y responderte en el momento: aún eras real). Luego descubrí que tenías Facebook y le puse un me gusta a tus fotos... y acabamos discutiendo por Whatsapp, sin saber con qué tono me estabas insultando, mientras probablemente estabas rodeado de otras personas a las que no hacías ningún caso porque no podías dejar de mirar la pantalla del móvil.




Me niego a aceptar el fin del tactilismo. Será porque mis manos me han abierto los ojos y por eso soy fan de Svankmajer, pero veo peligrar el sentido del tacto en el delirio tecnológico que nos rodea.

Un ejemplo: acabo de sacarme un billete de bus por Internet y ni siquiera me ha dolido. Nada real ha corroborado el intercambio de códigos que ha efectuado mi ordenador, salvo el pitido y la vibración del móvil al recibir el mensaje.


Los móviles con pantalla táctil e Internet son muy distintos de las consolas con que Case se conectaba al ciberespacio en Neuromante, pero ambas tecnologías corresponden a un deseo íntimo humano de distanciarse de la realidad.



"La pantalla es el ojo", proclamaba la película Videodrome de David Cronenberg. Se oían los ecos de McLuhan que murmuraba desde hacía décadas que "las tecnologías son amputaciones del hombre". Ya en el siglo XXI, no ocurre como en la película y la tele no revienta en trocitos de carne, ni nos sacamos pistolas biomecánicas de la manga (de momento); pero sí es verdad que estamos alucinando constantemente en la realidad virtual.


Dos peligros veo en esta tendencia. El primero, como decía, la huida hacia grados más refinados de irrealidad, narcosis que próximamente será inyectada en vena. El segundo es la muerte del tacto. No veo ninguna atención a este sentido por parte de los productos en el mercado (menos los peluches y los juguetes eróticos, vaya; a lo mejor tengo que hacer un peluche erótico y forrarme).  Es por eso que está cobrando una importancia creciente en mi obra ("Retratos en cajas" y más, próximamente).


Huy, me acaba de llegar un Whatsapp! Tengo que irme. Me resistía a cambiar mi móvil viejo, con sus botones, su resistencia a los golpes y sus cortocircuitos ocasionales; pero ya era hora. No puedes criticar las tecnologías si no estás en su infierno. Me imaginé a Donna Haraway diciéndome "tienes que ser una cyborg!" y encendí el teléfono, que abrió los ojos y me miró, parpadeando en sus pupilas negras "hola, soy Samsung SIII-mini". Tardaré un tiempo en volver a escribir sobre este tema, porque el móvil y yo nos estamos haciendo muy íntimos... ¡abrazadme, conexiones, narcosis de Narciso!

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