26 agosto 2013

La náusea

   Es curioso cómo los sentimientos, cuanto más intensos, más breves son.


   Cuando nos invade una violenta tristeza y rompemos a llorar, parece que se licuara con las lágrimas y no tarda en llegar el alivio. Hasta nos acabamos riendo de nuestras muecas y moqueos.

   Pero eso raramente ocurre... lo más frecuente es nadar en la melancolía. Y así, a medio tono, vagamos de un lugar a otro sin mayores sobresaltos. Podemos llegar a sentirnos cómodos en ella.

   Y, por último, están las sensaciones más leves que apenas nos turban un segundo para volver a desaparecer en el torbellino del tiempo. Son los semáforos, la gente desagradable en la fila o en el autobús, el escándalo de la televisión... Como aire sucio, estas molestias que respiramos diariamente van depositando su amargor en nuestro cuerpo. Y la peor de todas es la náusea: esa mueca de desagrado que pasa desapercibida pero que, poco a poco, va dejando nuestra boca entumecida hasta que ya no es capaz de sonreír.







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