La historia de Lolita
Me habían hablado mucho de la novela de Nabokov, pero nunca era el momento adecuado para leerla. Este verano me dio por ver las dos versiones cinematográficas, la de Kubrick y la de Adrien Lyne, y quedé bastante impresionada, sobre todo por la segunda.
Es la historia de un culto profesor de francés de edad media, llamado Humbert, que debido a un amor frustrado de su adolescencia se ha quedado atrapado en esa fase erótica y sólo siente atracción por las jovencitas inocentes, o, como él les dice, "nínfulas". Por motivos de trabajo, se aloja en la casa de la señora Haze, una viuda que tiene una hija de dieciséis años (en la peli) llamada Lolita. En seguida se enamora de la pequeña, que disfruta tonteando con él. Sin embargo, no es la única que pelea por su atención: la madre también se enamora de él, y Humbert termina casándose con ella para poder estar cerca de la hija. Se trata de un matrimonio falso y la madre termina desengañándose y quitándose de en medio.
Comienza entonces un idilio para Humbert y Lolita, que viajan por los Estados Unidos aparentando ser padre e hija hacia fuera pero comportándose como amantes en la intimidad. Los días bonitos terminan para dar paso a una extraña "vida familiar" en la que Humbert actúa como padre controlador y amante celoso, y Lolita intenta aprovecharse de él y manipularlo para conseguir sus fines. Entre ellos, un admirador de dudosas intenciones. La oscuridad de su amor no puede tener otro final que la tragedia y la soledad.
Después de referir brevemente el argumento (¡espero no haber reventado la historia!), me centraré en el personaje de Lolita, que ha dado nombre a la muñeca. Habiendo estado controlada por su madre, encuentra en Humbert un modo de tener libertad y, a la vez, poder. Este poder se basa en la seducción. Se podría pensar que es cruel con él, sobre todo en la última etapa de su relación, pero no lo es más de lo que él ha sido con ella, arruinándole la vida. Tampoco tiene a nadie más, salvando al admirador, que es un pervertido. Es un personaje trágico, como su final.
La muñeca
Compré a Lolita en una tienda de muñecos del Rastro de Madrid. Venía con ropas de macarra, las sienes recortadas y pintadas en la piel. Debió de pertenecer a alguna choni. Tenía articulaciones de bola, mucha movilidad, por tanto; y era la más proporcionada de todas las muñecas. Me recordaba a una adolescente y decidí no limpiarle las pintadas, considerándolas "tatuajes", y reservarle un destino especial.
Muy pronto, me di cuenta de que la muñeca tenía una tendencia a adoptar posturas eróticas. Posaba muy bien. Su cuerpo era el de una niña, sin senos desarrollados, y con una ridícula ausencia debajo del pubis. Parecía que intentara venderme su inocencia, como una niña que se pinta para parecer mayor. Entonces vi las películas. Había estado haciendo fotos de "la parejita", y había estado investigando con los muñecos y el atrezzo para hacer "postalitas". Decidí atreverme con una sesión de fotos más seria y le di a la muñeca el nombre de Lolita.
Fotografías
Preparé una serie de vestuarios. Abrí el cajón de los vestidos, donde meto la ropa de todos (porque a todos los desnudo nada más empezar), y tomé prestado un vestido de corte inocente. Le hice un lazo de raso para el pelo. Inspirándome en las lolitas japonesas, le confeccioné unos calcetines de encaje y unos zapatitos de colegiala, que no podían faltar para completar la estética naive. Con este vestuario le hice fotos en mi dormitorio, con luz suave, entre la cama, las fotos de familia y una caja de mimbre.
El siguiente nivel era el semidesnudo. Lolita llevaría el sujetador pintado, como lo llevaba cuando la encontré, y un tutú rosa que le ajusté de otra muñeca. Le quité los zapatos, pero no los calcetines. Busqué para la sesión una atmósfera erótica y refinada en el salón, con luz pálida y difusa sobre una silla de época que había por casa. Dicen que lo más excitante no es el desnudo, sino el acto de desnudarse, y dediqué algunas fotos al proceso. Pero siempre ha sido algo difícil de congelar. Le hice un montón de fotos, en diversas posturas, cada vez más insinuantes, enseñando sus partes íntimas a través de los velos del tutú. Me inspiró mucho oír la canción "Corrupt", del disco de Depeche Mode que estaba escuchando, y que habla precisamente de corromper a a una niña. Esta es la sesión que más acorde está con lo que se considera "estética de lolita", en tonos pastel, inocente pero insinuante.
¿Qué tal, estáis muy calientes? Pues aún hay más. Quería llevar el fetichismo al extremo, hasta el punto de la dominación y el masoquismo. La desnudé completamente y en primer lugar le até de manos y pies con unas gomas, y después le hice una verdadera sesión de bondage con unos cordones negros. En las fotografías que he hecho hasta ahora, he intentado que pareciera viva, como las muñecas de Bellmer, mediante la postura, el giro de la cabeza y la luz. En esta sesión, sin embargo, Lolita se convierte literalmente en una marioneta, atada y colgada de cuerdas, y algunas de sus posturas son más de muñeca que de mujer. Para esta sesión quería una estética barroca, y utilicé una tela marrón, una luz más dura, un tapete de encaje y la infinitud de posturas de esta muñeca, algunas realmente retorcidas y dramáticas. Pero ella no protestó en ningún momento.
Lolita es una niña que está empezando a ser mujer. Pero no sabe cómo hacerlo. El panteón femenino le ofrece dos modelos de conducta: o "virgen" o "puta". Lolita se mueve entre esos dos ideales, de la extrema pureza a la extrema corrupción, y su poder de seducción acaba volviéndose contra ella, cuando finalmente es manejada como una marioneta por la sociedad del espectáculo.
Con esto ha perdido simbólicamente la inocencia. Está marcada por su propia tragedia. A la hora de montar la instalación, la coloqué en la mesa, sentada sobre el tapete de encaje, de espaldas a los demás y con el maquillaje corrido, como si hubiera estado llorando. Decidí esconder sus fotos en un libro, para que no estuvieran completamente a la vista, y fuera el espectador el que tuviera que rebuscar en su intimidad, como un voyeur. Qué mejor libro para guardar su secreto que la novela que le dio nombre. Así pues, esta parte del trabajo semiescondida en un libro que reposa en la mesita, al lado del sillón y muy cerca de la muñeca.
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